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¿Qué puede llevar a un ser humano a quitarle la vida a otro? ¿Qué pasa por la cabeza de alguien que no duda en matar con alevosía y con violencia extrema, sin sentir la más mínima empatía por la víctima? A lo largo de la Historia hemos visto como muchas personas han terminado convirtiéndose en asesinos en serie, capaces no solo de matar, sino de hacerlo de manera habitual, como si fuera un estímulo. Existen casos muy flagrantes a lo largo de la historia, pero es cierto que solo en el último siglo y medio se ha dado verdadera importancia a este tipo de asesinatos, especialmente populares desde la aparición, a finales del siglo XIX, del famoso Jack el Destripador en Londres, un misteriosos asesino que acabó con la vida de varias mujeres y que no pudo ser atrapado por la Policía, convirtiéndose en una auténtica leyenda.
Décadas después de los crímenes del Destripador de Whitechapel, otro compatriota decidió retomar también esa macabra actividad, convirtiéndose en uno de los asesinos en serie más peligrosos del Reino Unido en el siglo XX. Hablamos de Peter Surcliffe, un criminal que atemorizó al condado de Yorkshire, Inglaterra, durante más de un lustro a finales de los 70 y principios de los años 80. Surcliffe se llevó por delante la vida de 13 mujeres, la mayoría prostitutas, e hirió de gravedad a otras siete en su andanza criminal. Cuando fue detenido, más por pura suerte que por otra cosa, terminó confesando sus crímenes después de un largo y duro interrogatorio de 16 horas. Él era el destripador de Yorkshire, como ya se conocía al asesino, por sus métodos de mutilación con sus víctimas. Surcliffe pasó décadas encerrado en un hospital psiquiátrico de alta seguridad, por haber sido considerado inimputable debido a su enajenación mental, un punto todavía hoy muy discutido por los expertos.
Los primeros acontecimientos
Según su propia versión, que habría que coger con pinzas por las constantes incongruencias que ha ido dejando cada vez que la contaba, Surcliffe era un trabajador apacible en la pequeña localidad de Bingley. Se encargaba de enterrar los ataúdes de los fallecidos en el cementerio, un trabajo como otro cualquiera, que llevaba a cabo con normalidad. Sin embargo, a punto de cumplir los 30 años, Surcliffe comenzó a escuchar voces en su cabeza. Las identificó como la Voz de Dios, por una experiencia casi mística que tuvo en el propio cementerio, y pronto quedó a merced de lo que esas voces le ordenaban. Se volvió más violento, y los crímenes comenzaron. Asesinó a una prostituta que le había avergonzado delante de sus amigos en la taberna del pueblo, y al hacerlo, pareció encontrar una forma de dar salida a toda esa rabia que llevaba dentro.
Más asesinatos
Aquel primer asesinato tuvo lugar el 30 de octubre de 1975, y la víctima fue Wilma McCann, una joven prostituta de 28 años. Lejos de amilanarse por lo que había hecho, Surcliffe decidió comenzar una cruzada para exterminar a todas las prostitutas posibles, ya que las consideraba como el origen de todos los males de la sociedad. Alimentado por la supuesta voz que escuchaba en su cabeza, el enterrador continuó con sus crímenes durante años, matando a cinco mujeres solo en 1977, en intervalos de uno o dos meses. Llevaba siempre encima sus armas favoritas, un martillo y un destornillador, aunque también utilizaba frecuentemente un cuchillo con el que no solo quitaba la vida, sino también extirpaba de manera burda los genitales de las víctimas, e incluso en ocasiones les extraía los órganos.
Estos asesinatos en serie mantuvieron en vilo a la población de la región durante años, si bien es cierto que, al ser sus víctimas mayoritariamente prostitutas, el caso no pareció trascender tanto. Sin embargo, había auténtico terror por el Destripador de Yorkshire, como ya empezó a conocerse a Surcliffe antes de saber su identidad. El asesino siguió matando durante varios años, con una sangre fría que a veces rozaba lo imposible, ya que llegó a participar en ocasiones en las batidas de búsqueda del propio Destripador, infiltrado entre un grupo que evidentemente, ni siquiera sospechaba que Surcliffe pudiera estar involucrado en los crímenes. Finalmente fueron trece mujeres asesinadas por este criminal, que vería truncada su carrera asesina en 1980.
Atrapando al Destripador de Yorkshire
La policía de la zona se afanó en intentar localizar al asesino múltiple, tratando de utilizar los nuevos métodos que llegaban desde Estados Unidos, donde el FBI ya estaba trabajando en este tipo de perfiles para poder anticiparse a los nuevos crímenes y frenar en seco al criminal. Sin embargo, Surcliffe logró evadir todos esos controles, gracias en buena parte a su minuciosa preparación de los crímenes. Los planteaba con sumo cuidado, aunque posteriormente, a la hora de asesinar, sí que se dejaba llevar por un éxtasis homicida que, sin embargo, no le puso en el disparadero. Lo acabaría haciendo otro pequeño delito, un hurto que serviría a la policía para cazarle, aun sin saber que era el propio Destripador.
Era el 2 de enero de 1981 y habían pasado casi seis semanas desde el último asesinato. Surcliffe volvió a repetir su modus operandi, y quedó con una prostituta para poder disfrutar de sus servicios en un coche, y luego asesinarla. Dos policías estaban haciendo la ronda habitual cuando notaron algo raro en aquel vehículo. Parecía robado, y de hecho, lo confirmaron cuando cotejaron la matrícula. Detuvieron a Surcliffe, acusándole del robo del automóvil, y lo llevaron a comisaría, donde pudieron comprobar que se parecía sospechosamente al retrato robot que algunas mujeres agredidas habían podido realizar del Destripador de Yorkshire. Ya en comisaria, el interrogatorio se centró en aquellos asesinatos, dejando a un lado el tema del coche. Finalmente, Surcliffe confesó haber sido el asesino, y haberlo hecho porque para él, matar a prostitutas era como una droga.
La serie de El Destripador de Yorkshire
La plataforma Netflix decidió lanzar recientemente una serie documental, muy en la línea de sus habituales true crime, acercándose a este caso tan polémico y escabroso. El Destripador de Yorkshire se ha estrenado a principios de 2021 con una visión cuanto menos curiosa, ya que no intenta ofrecer una lectura sórdida o sensacionalista, como cabría esperar, sino que analiza el caso de la manera más objetiva posible, exponiendo también los errores que llevaron a la policía de la región a tardar cerca de seis años en capturar al asesino que se llevó tantas vidas por delante. La serie es un documento muy interesante que arroja luz sobre el caso y ofrece también una lectura interesante sobre la visión social que hubo en su momento de aquellos crímenes.